Para que exista un progreso con las máquinas, es necesario volvernos más humanos. A continuación, cuatro consejos para que los líderes empresariales faculten a su fuerza de trabajo.

Mientras que algunas personas se lamentan por los males de una “clase inútil”, término acuñado por el historiador Yuval Noah Harari, otros acogen con beneplácito la automatización generalizada, ya que consideran que la mayoría del trabajo humano actual adormece la mente. El economista David Graeber incluso se refiere a estos como trabajos de mier**, sosteniendo que el capitalismo ha creado un sistema de trabajos falsos o ilusorios, que siguen existiendo para que las cabezas de los corporativos y supervisores permanezcan en el poder y sigan ejerciendo el control, al mismo tiempo que los trabajadores adquieren un falso sentido de valor y significado. Graeber cita un estudio en el que se menciona que sólo el 20% de los empleados de una compañía piensa que su trabajo representa una contribución significativa al mundo, esta cifra es muy similar a la de los hallazgos de Gallup, él menciona que únicamente 15% de los trabajadores alrededor del mundo están realmente comprometidos con su trabajo.


"Hemos soñado con que la tecnología nos haga más humanos y ahora nos damos cuenta que lo único que ha hecho es, convertirnos en máquinas”


Desencanto digital

Estrechamente ligado al incremento de habilidades, la tecnología digital no ha logrado aliviar este sentimiento. Los empleados se están ahogando en un mar de herramientas de colaboración, tales como “Slack”, sin mencionar las nuevas demandas de auto-optimización impulsadas por las apps del lugar de trabajo cuantificado, así como los movimientos cuantificados de sí mismos. Ahora nos hemos dado cuenta que la receta de interrupción de Silicon Valley (“rompe cosas”), el solucionismo (“hay una app para todo”) y el transhumanismo (“las mejoras del cuerpo y del cerebro, eventualmente nos conducirán a la inmortalidad”) podrían erosionar nuestra humanidad, en lugar de nutrirla, sin mencionar la amenaza del “malware de inteligencia artificial”, del cual un grupo de investigadores reconocidos nos ha advertido.

Además de lo anterior, debemos reconocer que hemos puesto en marcha un proceso en el que competimos con una muy eficiente inteligencia artificial (y una clara desventaja) con robots más inteligentes y eficientes, que constantemente nos recuerdan que debemos ser más sanos, más felices y más productivos.


"La economía digital amenaza en convertir a los empleados en productos que podrían no funcionar bien del todo. De esta manera, se mandarían a arreglar o se devolverían directamente a la fábrica.”


Esta marca de taylorismo digital (es decir, procesos de datificación y deshumanizan a la fuerza de trabajo) representa el último desencanto digital: soñamos con que la tecnología nos haga más humanos pero solo para darnos cuenta que posiblemente nos convirtió en máquinas. Ahora tenemos más datos (y, por lo tanto, más incertidumbre) pero una estadística es inequívoca: la productividad es baja en la mayoría de las sociedades occidentales a pesar de la optimización digital. La distribución de la riqueza está desequilibrada y los índices de bienestar son bastante sombríos, con tasas de soledad y depresión interconectadas que son cada vez mayores. La organización mundial de la salud reporta que, además de la miseria humana, el fracaso global en la lucha contra las enfermedades mentales cuesta a las economías casi un billón de dólares estadounidenses al año en pérdida de productividad. Como una señal de los tiempos, el Reino Unido ha nombrado recientemente a un ministro de Soledad.

La economía digital amenaza con convertir a los empleados en productos que no funcionan particularmente bien. Estos, no se pueden mandar a arreglar o devolverse a la fábrica. Así que, la necesidad de que los líderes empresariales conviertan el trabajo en algo más humano es más urgente que nunca. Esto no significa simplemente preservar a toda costa el trabajo humano contra la automatización. Más bien, significa permitir que los empleados sean más humanos, perfeccionando las habilidades que claramente los diferencian de las máquinas, para que podamos agregar un valor y permitir que dichos trabajadores prosperen.

A continuación, cuatro consejos:

1. Emprendimiento permanente

Primero, permita que sus equipos de trabajo se conviertan en emprendedores de sus propias vidas y piensen en sus carreras menos como trayectorias lineales o progresistas y más como portafolios a los que constantemente pueden agregar nuevas habilidades, proyectos o experiencias. Para ello, tal vez deban seguir el camino más largo, de hecho, el camino más largo será el camino correcto. Los trabajadores ya no deberán guiarse por una habilidad experta, más bien debemos animarlos a convertirse en “neo-generalistas”, como lo sugiere el futurista Kenneth Mikkelsen, y luchar contra su ímpetu natural para mantener y categorizar el trabajo.

Como emprendedores de sus vidas, o intra-emprendadores dentro de nuestras organizaciones, disfrutarán de mayor libertad, serán capaces de tomar decisiones y darán forma a su vida laboral. Por otro lado, debemos ayudarles a lidiar con las nuevas presiones que enfrentarán. Aunque mucha gente tiende a glorificar al empresario, no todos nacimos para serlo. Puede ser un camino largo y sinuoso.

Holly Tucker, la fundadora de notonthehighstreet.com (una plataforma digital para pequeñas empresas) dijo una vez en una conferencia: “Recuerdo todos los grandes momentos de gloria que experimenté en mi vida como emprendedora… fueron seis en total.”

No hay falta de motivación a la hora de pensar o actuar como emprendedor, sino al reconocer cuando se está o no emocionalmente preparado para ello.

2. Agilidad emocional

Sin duda, desde la educación en la primera infancia, y hasta la formación profesional y en el trabajo, se debe enseñar no solo una nueva alfabetización digital, sino algún tipo de “agilidad emocional” (pidiendo prestado un término de la psicóloga Susan David)
Esto es especialmente importante, ya que en sus futuros lugares de trabajo, transiciones (o liminalidad, como lo llaman los eruditos) esta será la única constante, debido a la redes ad-hoc, al crecimiento de la economía gig y freelance y a la creciente fluctuación de los empleos. Estaremos continuamente en el “mundo de en medio”: entre proyectos, entre empleos, entre agendas, entre mundos (el digital y el análogo, la máquina y el humano, entre lo virtual y el mundo real)  

Podríamos argumentar que seremos principiantes absolutos, aficionados a todo dado el ritmo acelerado del desarrollo tecnológico. Por lo tanto, el aprendizaje terminará más pronto. El perder se convertirá en nuestro modus operandi. Perderemos continuidad, estabilidad, certeza, identidad, control y autoridad. El entender esta nueva “zona gris”, así como las constantes pérdidas va a requerir de un alto grado de agilidad emocional. Todos los miembros de un equipo deberán acostumbrarse a que el trabajo les rompa constantemente el corazón (porque, sólo de esta manera serán apasionados y se sentirán plenamente vivos, teniendo al mismo tiempo los pies en la tierra.

3. Propósito personal

La agilidad emocional ayudará también a aquellos que, al perder su empleo, pierdan el centro de sus vidas. La recomendación de David Graeber es compensar tanto la pérdida en las estructuras de las rutinas del día a día, como la identidad generada por la automatización con un sentido de propósito personal, ayudando de esta forma a que la gente dé el salto de ser trabajadores y consumidores útiles (un fenómeno histórico bastante reciente) para poder convertirse en ser ciudadanos y diseñadores con un propósito en sus propias vidas.

Con el tiempo, esto va a requerir de una nueva forma de alfabetización, con la particularidad extra de crear y disfrutar de un tiempo de calidad (los griegos lo llamaban “Kairos”) en oposición a la noción industrializada de tiempo digitalmente eficiente (“Cronos”), la cual será cada vez más máquina- tiempo. Todas las profesiones e industrias están enfocadas en ayudar a que los humanos inviertan su  tiempo de forma más significativa (en viajes, coaching de vida, deportes, pasatiempos, cultura, aprendizaje, entretenimiento, etc.) para que todo esto rinda frutos en el futuro.

4. Imaginación artística

La actividad por sí sola no hará felices a los trabajadores aunque, como se demuestra en los estudios, las conexiones profundas y la amistad son claves para el bienestar. Sin embargo, lo que necesitamos más que nunca es la verdadera intimidad emocional. Este tipo de intimidad requiere que la imaginación vea el mundo a través de los ojos del otro. Si la información fuera la moneda de cambio en la era del conocimiento, la imaginación será la moneda de cambio en la era de las máquinas.

Por supuesto que los artistas dominan la imaginación, y el conjunto de habilidades más valiosas del futuro será justamente la imaginación de tipo artística (o ingenua) que ellos poseen, la cual no solo es capaz de resolver problemas complejos a través de soluciones creativas prácticas, sino además, este tipo de imaginación puede crear mundos nuevos, extraños y diferentes para que seamos capaces de explorar y construir. Para todos, el trabajo en el futuro será un lienzo en blanco y solamente a través del empoderamiento de nuestros empleados (ayudándoles a que piensen como artistas) serán capaces de lograrlo de forma satisfactoria. 

Plataformas como “the age of artists”, colectivos tales como “La inteligencia artística” con sede en Berlín o artistas empresariales como el australiano Mykel Dixon están practicando y promoviendo este estilo de “pensamiento artístico” (término acuñado por Amy Whittaker en uno de sus libros).

Las empresas tecnológicas también están en boga: Bell Labs ha invitado a un grupo de artistas en residencia a explorar los elementos tanto emocionales como sociales de las interacciones hombre – máquina, específicamente los matices del estado de ánimo que a menudo los dispositivos inteligentes no son capaces de captar. Los artistas con expertos al momento de “leer” y generar distintos estados de ánimo, así como crear conexiones emocionales profundas.

La forma más efectiva de prosperar como seres humanos frente a las máquinas en todos los niveles de emprendimiento permanente, agilidad emocional, propósitos personales e imaginación artística, es: fomentar el crecimiento constante de nuestra propia humanidad. Tom Peters, el gurú de la administración, incluso exige una “humanización extrema” en los negocios. Esto significa, refinar nuestras propias capacidades humanas para así poder colaborar de manera exitosa con los robots y la IA (inteligencia artificial). Significa empoderar a los que nos rodean, siendo capaces de explorar y expandir nuestros mundos interiores (mundos que la gerencia ha descuidado por demasiado tiempo)