Una pieza clave en la búsqueda de soluciones

El Coronavirus y su rápida propagación epidemiológica ha sido una de las fuerzas disruptivas más importantes en la historia de la humanidad debido al impacto sanitario que está ocasionando como consecuencia de la destrucción del valor de muchas organizaciones, industrias y economías a nivel global.

Cuando nos referimos a la enfermedad del COVID-19 como una fuerza disruptiva, entendemos que ha producido una ruptura brusca integral, generando cambios determinantes en la economía mundial, así como en la forma de operar de un gran número de empresas que han interrumpido de manera total o parcial sus operaciones, afectando su continuidad, llegando a decisiones laborales extremas y a una falta de liquidez preocupante. Esta situación se hace más crítica para aquellas organizaciones que no han innovado o se han transformado digitalmente, lo cual puede representar, en el peor de los casos, su posible desaparición.

La función de la auditoría interna (de planta o tercerizada) debe jugar un papel proactivo frente a esta disrupción, así como también en la gestión de los nuevos riesgos emergentes inherentes a esta pandemia. Como auditores debemos reevaluar nuestros planes anuales de auditoría para apoyar a las organizaciones (agregando valor) en el manejo de la crisis, su recuperación y continuidad como negocio. Para lograr esto, debemos ser conscientes que nuestro valor (“plus”) como auditores en los procesos de gobierno, gestión de riesgo y control interno mejora cuando somos proactivos y nuestras evaluaciones ofrecen nuevas perspectivas considerando impactos futuros (referencia a Norma 2100-Naturaleza del Trabajo del IIA).

 

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