En esta entrevista reunimos a tres generaciones de auditores de RSM para conversar sobre cómo ha evolucionado la profesión. De la transición del papel a la digitalización, de los cambios normativos a la irrupción de la sostenibilidad, y ahora con la inteligencia artificial como protagonista, la auditoría se enfrenta a un presente y un futuro apasionante.

 

La conversación está conducida por Rocío Delgado, senior del equipo de auditoría, que representa la mirada más reciente de la profesión, desde 2023. y participan Jose Mª Gassó Vilafranca, quien comenzó el ejercicio de la profesión en 1973, y Julio Capilla, auditor desde 1997.

 

Evolución del rol del auditor 

 

Rocío: Desde que comencé en 2021, he visto cómo la personalización del servicio es clave. Algunos clientes buscan solo cumplir con la obligación legal, mientras que otros nos ven como aliados estratégicos. La digitalización nos permite ofrecer servicios online a clientes locales e internacionales, superando barreras geográficas. ¿Cómo ha cambiado vuestro trabajo desde que empezasteis?

 

José María Gassó: La auditoría siempre ha estado en transformación. Pasamos de la homogeneización con normas internacionales a verificar hoy también información de sostenibilidad: medioambiente, derechos humanos, igualdad o lucha contra la corrupción. Además, cada crisis ha reforzado nuestro papel en la detección de fraude, lo que exige más rigor. También hemos afrontado un reto humano: atraer y retener talento. Tenemos que mostrar a los jóvenes lo apasionante de esta profesión y su relevancia en la confianza de los mercados.

 

Rocío: ¿Cómo era la relación con los clientes en tus inicios?

 

Julio Capilla: Ha cambiado en tres aspectos clave. Primero, sus negocios: la competencia y la globalización nos obligan a ser más rápidos y con equipos altamente cualificados. Segundo, su entorno regulatorio: cada vez más complejo, lo que exige especialización en fiscal, mercantil, sostenibilidad o tecnología. Y tercero, su atractivo: al crecer y hacerse internacionales, la competencia entre firmas también aumentó. Hoy los clientes comparan precios, y debemos convencerles de que calidad no es lo mismo que bajo coste.

 

Herramientas y personalización

 

Rocío: Hoy trabajamos con herramientas que centralizan toda la información y permiten al cliente seguir en tiempo real el avance de la auditoría. También usamos robots para procesar facturas y organizar documentos. La clave sigue siendo entender cómo funciona cada empresa para adaptar la tecnología. ¿Cómo os asegurabais vosotros de personalizar el servicio sin estas herramientas?

 

Gassó: Antes trabajábamos con papel, calculadora y criterio profesional. La personalización venía de la cercanía: observar, analizar y hablar con el cliente. La esencia no ha cambiado: conocer el negocio y contextualizar los datos sigue siendo lo que aporta valor.

 

Julio: Empecé en 1998 con papel y lápiz, luego llegó la revolución tecnológica con los softwares y bases de datos. Las multinacionales implantaron metodologías comunes globales, lo que obligó a clientes y firmas a adaptarse. Hoy la auditoría exige estructura: equipos, controles de calidad, soporte técnico y tecnología. El mercado se ha concentrado y seguirá haciéndolo. Y la IA será otra revolución.

 

Desafíos tecnológicos

 

Rocío: Para mi generación, el gran reto es integrar inteligencia artificial para automatizar tareas y dedicar más tiempo a las áreas de mayor riesgo. ¿Qué desafíos habéis visto en la adopción tecnológica?

 

Julio: Tres principales. Primero, convencer a los socios de que la inversión tecnológica es vital. Segundo, invertir en personas: pagar mejor a los jóvenes y retener a los profesionales experimentados. Y tercero, financiar este proceso: implica crecer, fusionarse o abrirse a inversión externa, porque sin escala es difícil sostener los costes de tecnología y talento.

 

Gassó: He vivido varias olas tecnológicas. El reto siempre es equilibrar el avance técnico con el rol humano. Pasamos del papel al ordenador, y ahora a la IA. Cada salto requiere inversión y un cambio cultural. La clave es no perder de vista que la tecnología debe ayudarnos a generar valor para el cliente, no solo a cumplir procesos. En el futuro veremos verificaciones automáticas de operaciones, pero será crucial que los auditores diseñemos y supervisemos esos sistemas.

 

Inteligencia artificial y futuro

 

Rocío: Creo que la IA podría automatizar gran parte del trabajo, aunque siempre necesitaremos juicio profesional para valorar riesgos o incorrecciones. Quizá el auditor se convierta en supervisor del trabajo de la máquina. ¿Lo veis así?

 

Gassó: Estoy convencido de que muchas tareas serán automatizadas, pero el auditor no desaparecerá. Seremos supervisores expertos, aportando criterio y juicio donde la máquina no puede. Aunque llegue un “ordenador central” que verifique transacciones en tiempo real, seguirá siendo esencial interpretar los datos y darles contexto. La dimensión humana de escuchar y generar confianza con el cliente es insustituible.

 

Julio: La IA es un camino de no retorno y ya nos aporta mejoras en eficiencia. Pero nunca sustituirá al auditor. La palabra “auditor” viene de audire, escuchar. Y escuchar al cliente, entender sus problemas y darles soluciones sigue siendo diferencial. El componente emocional y de cercanía es lo que nos distingue como firma. La auditoría es también un negocio: la IA no gana clientes, lo hacen las personas. Eso sí, una vez ganada la confianza, la IA nos ayudará a prestar un servicio más rápido y de mayor calidad.

 

Conclusión

 

La auditoría ha dejado de ser solo una labor contable para convertirse en un socio clave en la estrategia empresarial. La tecnología multiplica las capacidades de los auditores, pero son el criterio profesional, la confianza y la cercanía con el cliente lo que consolidan a esta profesión como un pilar fundamental para el futuro de los negocios. 

 

Autor: José María Gassó Villafranca, Julio Capilla y Rocío Delgado