Publicado en El Economista

 

Nuestro presidente, José María Gassó, reflexiona sobre cómo la incertidumbre económica ha hecho del miedo un compañero habitual en la toma de decisiones.

 

El dinero tiene miedo. Y no es para menos. Ante la incertidumbre regulatoria, comercial y macroeconómica que se cierne sobre el país, pero también sobre el continente y el planeta, ¿cómo no iba a tenerlo? El miedo suele acompañar al dinero, pero es un compañero traicionero que desconoce la reciprocidad: temer no implica ganar, más bien lo contrario

 

El miedo puede sernos útil como aviso ante amenazas o desafíos, pero no siempre es sabio. El sabio decía que no hay nada más hermoso que saber la verdad. En el mundo actual de hiperabundancia de información, esta enseñanza ha evolucionado. Ahora solemos decir que, sin datos, solo eres una persona más con una opinión.

 

El miedo no se elimina, se gestiona


En tiempos de incertidumbre, mirar atrás también ayuda. Recordar que seguimos en pie, que cada decisión, incluso la más temerosa, ha sido parte de un trayecto. A veces el miedo se apodera de nosotros porque olvidamos lo lejos que hemos llegado, y lo que ya hemos superado. Ese repaso sereno a lo vivido puede ser un mapa más fiable que muchas predicciones. 

 

En otras palabras, entendamos aquello que nos preocupa, porque es el primer paso hacia un éxito al que, seamos sinceros, no llegaremos sin equivocarnos, sin tomar malas decisiones y sin aprender de los fracasos. En los negocios, como en la vida, aquel que entiende sus temores y responde a ellos con planificación y aliados de confianza siempre se encontrará en una posición más ventajosa. Mirar hacia otro lado es siempre la peor de las estrategias.


Como no existen demasiados datos actualizados sobre los miedos en el ámbito empresarial, estamos a oscuras. Con esto en mente, y con el objetivo de poder pensar colectivamente en soluciones fundamentadas en información fiable, en RSM hemos dado un pequeño paso para revertir el absoluto desconocimiento que se ha impuesto en esta materia. 

 

Humildemente, esperamos que el estudio que hemos elaborado contribuya a una reflexión colectiva sobre aquello que nos bloquea y nos impide avanzar. Este estudio nos permitió conocer mejor a cientos de empresarios de nuestro país desde lo peor del ser humano, que es también lo mejor si aprendemos a domarlo: el miedo. Como imaginarán, lo que más nos trasladaban era su inseguridad por la creciente incertidumbre económica. Es el temor más extendido, llegando a afectar a tres de cada cuatro consultados. 

 

Otros resultados han sido más sorprendentes, como el hecho de que los jóvenes emprendedores, que han crecido en un contexto de innovación y disrupción tecnológica constante, teman más los impuestos altos que los mayores. En cambio, las mujeres empresarias parecen tolerar emocionalmente mejor que los hombres un ambiente de presión fiscal elevada.

 

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