Publicado el 9 de abril de 2015 en el semanario Búsqueda.

Todos, en distintas circunstancias hemos oído hablar de auditoría. Sin embargo, correspondería preguntarse, si siempre que se habla de ello se está hablando de lo mismo.

Ha sido moneda corriente, que cada vez que a nivel público cuando cambia un gobierno central o departamental, a nivel de empresas públicas cuando cambia el Directorio de la empresa en cuestión, hasta a nivel de cualquier club deportivo, cuando cambia la Comisión Directiva, oímos decir a los mandos entrantes: “vamos a auditar la gestión anterior”, “es necesario llevar adelante una auditoría”.

Hasta el lector más desprevenido supone que, en las circunstancias mencionadas en el párrafo anterior, el objeto de las nuevas autoridades no es otro que el de descubrir irregularidades, errores y si es posible fraudes, que comprometan la gestión de las autoridades desplazadas.

Sin embargo, parece imprescindible explicitar que en la casi totalidad de las situaciones que involucran el ejercicio tradicional de la Auditoría (Auditoría Externa o de Estados Contables), ésta está destinada simplemente a calificar la información contable con un grado importante o no de razonabilidad o a declarar la imposibilidad de hacerlo.

A simple vista puede aparecer una divergencia entre algunos requerimientos de auditoría, y lo que los profesionales vinculados a ella están dispuestos a dar al respecto.

Que es una auditoría de estados financieros (contables)

Una definición, que a nuestro criterio se aproxima bastante a la realidad dice que  “Una auditoría es la recopilación y evaluación de datos sobre información cuantificable de una entidad económica para determinar e informar sobre el grado de correspondencia entre la información y los criterios establecidos. La auditoría debe ser realizada por una persona competente e independiente”[1]

Dicho de este modo aparece la auditoría como una actividad destinada a dotar de credibilidad a la información, otorgando confianza a inversionistas, agentes económicos, Estado y comunidad en general.

¿Cuáles son sus antecedentes?

Si bien aparecen indicios de la función auditoría en la Edad Media, cobra su impulso a partir de la Revolución Industrial. El nacimiento de las grandes corporaciones supuso, en una actividad creciente, un proceso de expansión y descentralización que trajo aparejado formas de organización que separaban la propiedad y la administración, impensables en estructuras de producción de tipo familiar. Dicha separación da lugar a la necesidad de dotar a la información de confiabilidad, cualidad que sólo podía ser el resultado de un proceso como el definido.

Más modernamente, la crisis de 1929 y la creación de la SEC (Securities and Exchange Comisión), han sido factores determinantes para el impulso de la función que nos ocupa.

En el último cuarto del siglo XX se crea la Federación Internacional de Contadores (IFAC por su sigla en inglés), que de hecho se transformará en el primer ente emisor de normas de auditoría  a nivel global (Normas Internacionales de Auditoría, antes Guías de Auditoría con alcance más parcial), las cuales tuvieron un dinamismo limitado hasta comienzos del 2000.

Los sucesos cuyo comienzo se identifican con el fenómeno ENRON y la concomitante desaparición de Arthur Andersen, trajeron sin lugar a dudas, una verdadera revolución en el campo normativo de la auditoría. Se puede llegar a discutir la profundidad de los cambios, pero lo que ha sido incuestionable es la cantidad y velocidad de los mismos.

Cambios cualitativos y cuantitativos en los servicios ofrecidos.

El dinamismo enunciado, no refirió exclusivamente a cambios de carácter normativo, consecuencia de los hechos mencionados, sino que acompañó el proceso dinámico que se venía gestando en la cantidad y naturaleza de los servicios ofrecidos:

  • La auditoría ha pasado de ser un servicio utilizado únicamente por las grandes corporaciones, a ser requerido por entidades de pequeña o mediana envergadura.
  • La incorporación de la tecnología informática en los procesos operativos y administrativos de las entidades comerciales, industriales o de servicios, públicas o privadas, ha multiplicado en forma por demás significativa el número de transacciones que desarrollan y  la naturaleza de las mismas (producción, contabilidad, comercio electrónico, e-banking, etc). Ello ha llevado concomitantemente a modificaciones en los procesos de planeación y ejecución de la auditoría (herramientas informáticas, papeles de trabajo electrónicos, aplicación más intensa de técnicas de muestreo, mayor énfasis en el análisis de los sistemas de control interno).
  • Cambios en la oferta de servicios vinculados a la auditoría: auditoría de gestión, auditoría de sistemas, auditoría operativa, auditoría integral, auditoría ambiental, etc.

En RSM participamos activamente de esos cambios con procesos permanentes de capacitación y actualización tecnológica, que ponemos a disposición de nuestros clientes y de la comunidad toda.

Cr. Jorge Gutfraind

Socio Director


[1] Auditoría – Un enfoque integral. Alvin A. Arens , James K. Loebbecke. Prentice Hall 1996