‘Las 5 fuerzas de Porter’, como modelo estratégico nació en 1979 con el profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, Michael Porter, y generalmente pone mayor énfasis en la sistematización y eficiencia de los procesos. Por su parte, el término de innovación aplicado a los negocios, aparece en 1986 con Peter Drucker, consultor y profesor de negocios austriaco, y posteriormente es asociado con el concepto de disrupción por el también profesor de Harvard, Clayton Christensen, en 1997.

La innovación aplicada a los negocios ha hecho a las empresas repensarse, pues deben adaptarse a un nuevo entorno cambiante determinado por fuerzas como la globalización, la desregulación y la digitalización, ofreciendo un nivel adicional de valor en sus soluciones, que va más allá de las ‘5 Fuerzas’, tal y como las conocíamos.

Vamos a ver cómo la innovación ha impactado cada una de estas 5 fuerzas:

  • Amenaza de nuevos entrantes: Cada vez es más común encontrarse con empresas compitiendo en una industria de la que tradicionalmente no formaban parte. Estas empresas llegan buscando hacer disrupciones en mercados existentes. Pequeños emprendedores, firmas boutique y organizaciones establecidas que competían en otros mercados o que se crearon con el propósito de resolver la misma necesidad de manera más eficiente -con menor inversión, estructura y recursos- ya están empezando a pisar el terreno de compañías tradicionales en ciertas industrias. 
  • Poder de negociación de proveedores: Controlar y manejar cadenas de valor súper eficientes ya no es el objetivo. En cambio, alinear estas cadenas de valor para que den respuestas rápidas a las necesidades que tiene el mercado y que cambian con frecuencia es ahora la prioridad. Vincular a los proveedores como actores que intervienen en los procesos de co-creación de nuevos productos y servicios hace parte de la dinámica de una empresa que busca transformarse y crear valor para el cliente final.
  • Poder de negociación de clientes: Las estrategias como bajo costo o diferenciación ya no son suficientes. Las empresas deben diseñar e innovar en la interacción con el cliente, para ofrecer una experiencia completa. La democratización de la información y el acceso a la misma, facilitado por la tecnología, permite que los procesos de evaluación, comparación, compra, recompra y recomendación que realiza un consumidor se hagan mucho más rápido y tengan mayor alcance. Las compañías entonces deben enfocarse menos en crear productos y más en crear valor.
  • Amenaza de productos sustitutos: Las nuevas tendencias que marcan la parada -no sólo de nuestra industria sino de otras interconectadas con la mía-, la desregulación y las tecnologías disruptivas amplían la gama de alternativas que tiene el consumidor, dando lugar a un set de productos y servicios que compiten con nuestra oferta, que posiblemente unos años atrás ni siquiera existían.
  • Rivalidad de la competencia: En espacios hiper-competidos, las organizaciones están reconsiderando los mercados en los que participan, sus modelos de negocio y las soluciones holísticas que ofrecen, pues ya se han dado cuenta que no pueden competir solamente por diferenciación, bajo costo o por “ser el mejor” tradicionalmente en una categoría. Adicionalmente, los avances tecnológicos permiten la evolución rápida de la competencia dejando atrás a los que no logran crear valor. Los mercados ya no son estáticos y las empresas deben adaptarse para competir bajo nuevas actitudes y direcciones de innovación.

El ecosistema de mercado y de las industrias se convierte ahora en una oportunidad de innovación, y no en un campo de negociación como antes lo proponían las 5 fuerzas de Porter. Los límites en las industrias ya no son claros ni tampoco estáticos, y las empresas se están dando cuenta que la innovación es el idioma que más se necesita hablar, y el requerido en todo el mundo.